- Samuel García y su “modernización”
- ¿Y los camiones nuevos?
- Pasajeros atrapados en un sistema obsoleto
- Problemas urbanos afectan a toda la metrópoli
- La crisis de tráfico y vialidades se agrava
- Municipios de Nuevo León, con diferencias en percepción ciudadana
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En las calles de Monterrey, hay una escena que se repite todos los días: pasajeros suben a camiones con pintura deslavada, asientos rotos y el ruido incesante de motores que delatan décadas de uso. Un escenario que contrasta con las imágenes oficiales del Gobierno de Nuevo León, donde se promueve una visión futurista del transporte público con unidades nuevas, ecológicas y conectadas.
Lo cierto es que, para miles de personas, esa versión moderna aún no llega.
Samuel García y su “modernización”
La administración de Samuel García ha insistido en proyectar una imagen de avance y transformación en temas de movilidad. Recurrentemente, se muestran camiones con aire acondicionado, WiFi, validadores digitales y logotipos que promueven la sustentabilidad. Este discurso ha sido una constante en sus redes sociales y presentaciones públicas.
Pero más allá de la estrategia de comunicación, lo que vive la población usuaria del transporte público en la zona metropolitana de Monterrey es otra cosa. En colonias donde las opciones de movilidad son escasas, lo cotidiano es subirse a camiones en condiciones precarias, que siguen cobrando en efectivo y que operan como lo hacían en los años noventa.
Las rutas 301, 5 o 405 son un ejemplo de esta realidad: unidades viejas, sucias, con poca iluminación y sin ninguna clase de tecnología. Esta contradicción entre lo que se anuncia y lo que se vive ha generado desconfianza, especialmente en un contexto donde el transporte público debería ser una prioridad de atención urgente.
¿Y los camiones nuevos?
Aunque el gobierno estatal ha informado sobre la llegada de nuevas unidades, en los hechos estas son minoría. La población que diariamente se traslada entre Guadalupe, Monterrey, Escobedo o Apodaca, pocas veces tiene acceso a uno de estos vehículos de reciente modelo.
En su mayoría, las personas siguen abordando camiones que no han cambiado en décadas, donde las condiciones materiales hablan por sí solas: ventanas rotas, cables expuestos, puertas dañadas y una constante sensación de inseguridad. En temporada de calor, las temperaturas en el interior alcanzan niveles extremos. En temporada de lluvias, el agua se filtra por techos oxidados.
La supuesta modernización, por tanto, no está alcanzando a quienes más dependen de este servicio. Para muchos, las imágenes de camiones con tecnología y comodidad no son más que una promesa lejana. Y esto tiene implicaciones profundas en la confianza pública y en la percepción de la gestión estatal.
Pasajeros atrapados en un sistema obsoleto
Más allá del deterioro físico, el transporte público en Nuevo León arrastra fallas estructurales que no han sido atendidas. Las rutas funcionan bajo esquemas operativos desactualizados, sin conexión eficiente entre municipios ni criterios claros de frecuencia y mantenimiento.
Los operadores de muchas de estas unidades laboran en condiciones difíciles. Algunos deben hacerse cargo de reparaciones mínimas, otros tienen jornadas de trabajo extensas con ingresos variables y sin prestaciones. En estas circunstancias, exigir calidad en el servicio es complicado.
Además, ante la falta de una política integral, se siguen proponiendo soluciones que dejan fuera a los sectores más vulnerables. Un ejemplo es la recomendación del propio gobierno estatal de utilizar el automóvil como vía alternativa para evitar el caos del transporte. Esta sugerencia no solo es excluyente, sino que también contradice los principios de movilidad sustentable.
Problemas urbanos afectan a toda la metrópoli
El deterioro en la movilidad y la infraestructura urbana en el área metropolitana de Nuevo León ha generado creciente preocupación entre sus habitantes. De acuerdo con los resultados de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU), los principales problemas señalados por los ciudadanos en marzo de 2025 son los baches, los embotellamientos y el mal estado del transporte público, problemas que, lejos de disminuir, han empeorado durante la actual Administración estatal encabezada por Samuel García.
La ENSU no solo mide la percepción de inseguridad, sino también la de calidad de vida urbana. En el caso de Nuevo León y su área metropolitana, el 78% de los encuestados señalaron los baches como un problema persistente, una cifra que ha ido en ascenso en comparación con años anteriores: 71% en 2024 y 63% en 2023. El incremento sugiere un deterioro progresivo de las vialidades, a pesar de los múltiples anuncios gubernamentales sobre programas de bacheo y mejora de infraestructura.
La situación del transporte público también preocupa cada vez más a la ciudadanía. Mientras que entre 2023 y 2024 alrededor del 48% y 49% de los encuestados manifestaban inconformidad, en 2025 la cifra se elevó hasta el 59%. Esta tendencia pone de relieve el colapso que viven los usuarios, reflejado en largas filas, unidades en malas condiciones, demoras y falta de rutas adecuadas.
La crisis de tráfico y vialidades se agrava
Embotellamientos casi se duplican en tres años
El problema de los embotellamientos también experimentó un notable aumento, posicionándose como la tercera preocupación más recurrente entre los ciudadanos. Según la ENSU, un 58% de los habitantes del área metropolitana mencionaron el tráfico como un grave problema, cuando en septiembre de 2021 —último tramo de la administración anterior— apenas el 32% lo señalaba.
Este incremento refleja el impacto del crecimiento urbano desordenado, el aumento de vehículos particulares y la falta de obras de infraestructura vial suficientes para dar respuesta a la demanda. El congestionamiento, además de prolongar los tiempos de traslado, afecta la calidad del aire y deteriora la productividad laboral al sumar horas perdidas en el tráfico.
Otros servicios urbanos básicos también figuran entre los principales reclamos ciudadanos. El 51% de los encuestados reportó problemas con el alumbrado público, situación que no solo afecta la movilidad nocturna, sino que incrementa la percepción de inseguridad. Asimismo, el 38% señaló fallas en la red pública de drenaje, otro factor que contribuye al mal estado de las calles y agrava las condiciones urbanas en épocas de lluvias.
Estos datos evidencian un deterioro generalizado en los servicios públicos, pese a los compromisos de mejora urbana asumidos por las autoridades estatales y municipales al inicio de sus gestiones.
Municipios de Nuevo León, con diferencias en percepción ciudadana
San Pedro y Apodaca, los mejor evaluados
La ENSU también evaluó la percepción ciudadana respecto a la efectividad de los gobiernos municipales para resolver los problemas urbanos. San Pedro Garza García y Apodaca sobresalieron como los mejor posicionados, ocupando el segundo y tercer lugar a nivel nacional, respectivamente. Esta percepción positiva se atribuye a los avances en infraestructura y programas de mantenimiento implementados en dichos municipios.
En contraste, Santa Catarina y Guadalupe fueron los peor evaluados dentro del área metropolitana. Los habitantes de estas localidades reportaron mayor insatisfacción ante la falta de atención a temas como bacheo, movilidad y servicios públicos básicos. El rezago en estas áreas subraya las diferencias en el manejo de políticas urbanas entre municipios, donde algunos han logrado avances notables, mientras otros permanecen rezagados.
La encuesta fue realizada en 1,722 hogares distribuidos en los municipios de Monterrey, Guadalupe, San Nicolás, Santa Catarina, San Pedro, Escobedo y Apodaca, cubriendo una muestra representativa del área metropolitana más grande del norte del país.
Cabe destacar que los resultados de la ENSU coinciden con los de la Encuesta Así Vamos 2024, elaborada por el observatorio ciudadano Cómo Vamos Nuevo León, donde se reveló que la crisis de movilidad es el principal problema que afecta a los habitantes de la entidad. Según este último informe, los tiempos de traslado y la cantidad de vehículos en circulación se han incrementado hasta un 68% desde 2021, reflejando un deterioro constante en la calidad de vida urbana.