La violencia volvió a estremecer al municipio de Pesquería, Nuevo León, tras el hallazgo de tres cuerpos mutilados abandonados dentro de dos hieleras en plena vía pública. La escena, localizada a escasos metros de una escuela primaria, ha generado indignación, miedo y cuestionamientos sobre la crisis de seguridad que atraviesa el estado.
El reporte se registró la mañana del lunes, alrededor de las 06:00 horas, cuando vecinos de la colonia La Mesa alertaron a las autoridades sobre la presencia de contenedores sospechosos sobre las calles San Agustín y Guadalupe, justo en las inmediaciones de la Escuela Primaria Juan Escutia. Al llegar al sitio, elementos de la policía municipal confirmaron que se trataba de restos humanos distribuidos en dos hieleras blancas.
Las víctimas —dos hombres y una mujer— se encontraban mutiladas, y hasta el momento no han sido identificadas. Según fuentes policiales, debido al estado de los cuerpos, será necesario recurrir a pruebas genéticas para establecer su identidad. Por el momento, las autoridades estatales no han reportado detenciones ni han ofrecido avances sustanciales sobre el caso.
El lugar del hallazgo se encuentra en una zona elevada, en una loma con apenas dos calles, conectada por una lateral de la Carretera a Miguel Alemán, a la altura del kilómetro 31.7. Pese a la movilización de la Agencia Estatal de Investigaciones, del Instituto de Criminalística y Servicios Periciales, y de elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional, la información recabada en el sitio fue escasa.
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LAS CABEZAS HUMANAS ESTABAN EN HIELERAS. pic.twitter.com/xwqqERNGvq
El hallazgo sacude a La Mesa
El impacto que generó el hallazgo de los cuerpos se sintió de inmediato en la colonia La Mesa, una pequeña comunidad con baja densidad poblacional, pero que enfrenta un crecimiento desordenado como muchas otras zonas periféricas de la zona metropolitana. A pesar de su tamaño reducido, la violencia ha alcanzado incluso a estos espacios aparentemente tranquilos, lo que ha elevado el temor entre los vecinos.
La zona donde se dejaron las hieleras no es un sitio alejado ni oculto. Por el contrario, se encuentra justo al lado de un centro educativo, lo que acentúa la gravedad del mensaje criminal: quienes cometieron el crimen no temieron ser vistos ni tampoco enviaron advertencia alguna. El abandono de restos humanos en lugares públicos se ha convertido en una forma de violencia simbólica, con el objetivo de generar terror y demostrar control.
Vecinos entrevistados en el lugar declararon estar en shock ante la escena. Algunos señalaron que al ser temprano y en una jornada sin actividad escolar, pocos niños estuvieron presentes en el momento del hallazgo. Sin embargo, el temor crece conforme se aproxima el regreso a clases, ya que las familias no quieren exponer a sus hijos a situaciones similares.
Violencia que contradice el discurso oficial
El hallazgo de estos tres cuerpos mutilados ocurre en medio de un discurso reiterado del Gobierno del Estado sobre los supuestos avances en materia de seguridad. El gobernador Samuel García ha declarado en múltiples ocasiones que Nuevo León presenta mejoras en los indicadores de criminalidad, sin embargo, hechos como este ponen en tela de juicio la narrativa oficial.
El abandono de cadáveres en espacios públicos —una práctica asociada a la operación de grupos delictivos— refleja un grado de impunidad alarmante. La ejecución, mutilación y posterior exposición de los cuerpos no solo evidencia el grado de violencia, sino que también lanza un mensaje claro: no hay control del territorio por parte del Estado.
La falta de respuestas y de avances en las investigaciones genera una sensación de desprotección creciente entre la población. Más aún cuando este tipo de eventos se repite con frecuencia en diferentes municipios de la entidad. Los ciudadanos exigen una estrategia de seguridad real y coordinada, no solamente discursos triunfalistas o campañas de imagen pública.
Una investigación que avanza lento
A pesar de la pronta intervención de los cuerpos de seguridad y peritos del estado, los avances en la investigación han sido escasos. Hasta el cierre de esta edición, las autoridades no habían revelado si se contaba con alguna pista sólida, ni tampoco se había informado sobre detenciones o cateos relacionados con el crimen.
Según la fuente consultada por los medios, la única información parcial sobre las víctimas se basa en su apariencia física: la mujer era morena, de cabello largo, negro y rizado; mientras que los dos hombres también eran morenos, con cabello negro. No se ofrecieron datos sobre edades aproximadas ni señas particulares que pudieran facilitar su identificación.
El hecho de que las víctimas tuvieran que ser identificadas por medio de pruebas genéticas indica que los cuerpos fueron sometidos a un alto grado de violencia, lo cual dificulta aún más la labor de los peritos y prolonga el proceso de esclarecimiento.
Por ahora, la autoridad mantiene hermetismo y no ha convocado a ruedas de prensa ni emitido información amplia para la ciudadanía. En contraste, el silencio oficial ha sido llenado por la indignación pública en redes sociales, donde ciudadanos reclaman mayor transparencia, resultados concretos y un cambio urgente en la política de seguridad estatal.
La impunidad como constante en Nuevo León
Este caso se suma a una larga lista de crímenes violentos que han ocurrido en los últimos meses en Nuevo León, muchos de los cuales siguen sin resolverse. La constante es la misma: hechos de extrema violencia, abandono de restos humanos en sitios públicos, cero detenidos y una sensación creciente de impunidad.
La estrategia estatal en materia de seguridad ha sido duramente criticada por especialistas y ciudadanos, quienes consideran que falta una coordinación real con las fuerzas federales, así como acciones preventivas en las zonas más vulnerables. A esto se agrega la falta de inversión en cuerpos policiales municipales y la falta de confianza ciudadana hacia las instituciones.
Las comunidades como La Mesa, que alguna vez parecieron alejadas de la violencia extrema, hoy son escenario de crímenes que antes se concentraban en zonas específicas. Esta expansión del fenómeno criminal muestra que la seguridad se ha deteriorado a niveles preocupantes, afectando la vida cotidiana de personas que ya no se sienten seguras ni siquiera al salir de sus casas.
Vecinos han manifestado su temor por el regreso a clases y por las condiciones en que sus hijos se moverán por el sector. Algunos incluso han considerado cambiar de colonia o de escuela, ante el riesgo creciente que representa vivir cerca de zonas donde el crimen organizado actúa con total libertad.
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