En las horas previas al inicio del cónclave en el Vaticano, un nombre ha comenzado a ganar fuerza entre los analistas, medios religiosos y fieles católicos: el del cardenal Luis Antonio Tagle. Su perfil, tanto pastoral como doctrinal, lo ha colocado como uno de los favoritos para suceder al Papa Francisco, fallecido el pasado 21 de abril.
La atención sobre Tagle no es casual. El cardenal filipino, de 67 años, ha construido una trayectoria sólida dentro de la jerarquía eclesiástica, combinando una profunda formación académica, una visión progresista de la Iglesia y un carisma que conecta con las nuevas generaciones. Su figura se ha vuelto especialmente relevante por representar una Iglesia más cercana, empática y adaptada a los retos del siglo XXI.
Mientras los 135 cardenales electores se preparan para entrar en la Capilla Sixtina, el nombre de Tagle resuena con fuerza, especialmente entre quienes ven en él la oportunidad de renovar el rostro del catolicismo global sin romper con las líneas pastorales trazadas por Francisco.
Un ascenso desde Filipinas
Luis Antonio Gokim Tagle nació el 21 de junio de 1957 en Manila, capital de Filipinas. Su ascendencia es una mezcla de raíces tagalas y chinas, y desde temprana edad mostró una inclinación profunda hacia la fe. Aunque en un principio pensó en estudiar medicina, su vocación religiosa se impuso y lo llevó al Seminario San José, donde cursó estudios en filosofía. Posteriormente se especializó en teología en la Universidad Ateneo de Manila, una de las más prestigiosas del país.
Más tarde, continuó su formación en la Universidad Católica de América en Washington D.C., donde obtuvo un doctorado en Teología con honores summa cum laude. Su tesis abordó temas de eclesiología relacionados con el Concilio Vaticano II, lo que cimentó su perfil como un pensador profundamente arraigado en los cambios que definieron a la Iglesia moderna.
Su ordenación sacerdotal tuvo lugar en 1982. En 2001 fue nombrado obispo de Imus, una diócesis en la isla de Luzón, y en 2011 ascendió a arzobispo de Manila. Apenas un año después, en 2012, fue creado cardenal por el Papa Benedicto XVI, siendo uno de los más jóvenes en ingresar al Colegio Cardenalicio.
La consolidación de su figura a nivel internacional se dio en 2019, cuando el Papa Francisco lo nombró prefecto del Dicasterio para la Evangelización, uno de los departamentos más relevantes de la Curia romana y con gran influencia en los destinos misioneros de la Iglesia.
Conectado con la juventud
Uno de los elementos más distintivos de Tagle es su cercanía con los jóvenes. Conocido cariñosamente como “Chito” por muchos de sus seguidores, su estilo pastoral evita los símbolos de poder y autoridad. Durante su tiempo como arzobispo en Manila, prefería movilizarse en transporte público, compartir comidas con personas sin hogar y evitar actos protocolarios innecesarios.
Esta actitud lo ha llevado a ganarse el respeto y afecto de miles de fieles, no solo en Filipinas, sino también en otros rincones del mundo. En redes sociales, cuenta con más de 636 mil seguidores en Facebook y una presencia notable en plataformas como X (antes Twitter). Aunque no tiene cuenta oficial en TikTok, es común ver videos suyos en los que canta, ríe, baila o ofrece mensajes sencillos con profundidad espiritual.
Este enfoque espontáneo y humilde ha sido interpretado como una continuidad del estilo del Papa Francisco, quien promovió una Iglesia menos rígida y más al servicio de los demás. En tiempos donde la institución ha sido severamente criticada por escándalos, silencios y jerarquías distantes, la figura de Tagle representa un puente hacia una Iglesia más humana.
Una visión moderna de la Iglesia
En términos doctrinales, Tagle ha adoptado una postura que podríamos calificar de pastoralmente progresista. Ha mostrado comprensión hacia personas divorciadas que han vuelto a casarse y hacia miembros de la comunidad LGBT, planteando que la Iglesia debe acoger a todos sin dejar de sostener sus principios. Esta actitud no implica ruptura con la doctrina, sino una interpretación más compasiva de la misma, centrada en la dignidad de las personas.
Tales posturas lo han hecho ganar tanto apoyo como críticas. Para algunos sectores conservadores, su perfil genera preocupación por lo que consideran una flexibilización de normas. Para otros, representa justamente el tipo de apertura que necesita la Iglesia para sobrevivir en un mundo cada vez más plural y exigente.
No obstante, su historial también presenta puntos que algunos consideran pendientes. En particular, ha sido señalado por no haber actuado con suficiente firmeza frente a denuncias de abuso sexual dentro de la Iglesia filipina. Aunque no se le ha vinculado directamente con encubrimientos, los críticos aseguran que debió adoptar una postura más enérgica en su momento.
A pesar de esto, su liderazgo en el Dicasterio para la Evangelización y su constante presencia en temas misioneros y sociales lo han mantenido en el centro de las decisiones más importantes del Vaticano, consolidando su perfil internacional.