El expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, reafirmó su postura proteccionista al asegurar que su país “no quiere” automóviles provenientes de México ni de Canadá. La declaración fue realizada durante un mitin en Warren, Michigan, donde celebró los primeros 100 días de su nueva administración, marcada por medidas de fuerte contenido nacionalista en materia económica y comercial.
El republicano aprovechó el acto para criticar a sus socios comerciales del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), acusándolos de haberse apropiado de una industria que, a su juicio, nunca debió salir del territorio estadounidense. “Se llevaron nuestros autos, nuestras fábricas y nuestros empleos”, expresó ante cientos de simpatizantes.
Estas declaraciones coinciden con la firma de una orden ejecutiva que establece cambios en la política de aranceles para vehículos importados y partes automotrices, lo cual ha generado inquietud en los sectores económicos que dependen del comercio bilateral en Norteamérica, particularmente el automotriz, uno de los pilares de la relación económica entre los tres países.
Nuevas reglas arancelarias
Horas antes del discurso, la Casa Blanca publicó una orden ejecutiva que modifica los términos bajo los cuales se gravan los automóviles y autopartes provenientes del extranjero. Aunque la medida pretende “aliviar” ciertas presiones arancelarias, también reafirma una visión orientada a reducir la dependencia estadounidense de productos manufacturados fuera del país.
Desde el pasado 3 de abril, todos los vehículos importados a Estados Unidos quedaron sujetos a un impuesto del 25%. Sin embargo, en el marco del T-MEC, se establecieron excepciones temporales para autopartes provenientes de México y Canadá, con la condición de que cumplan ciertos criterios de valor y ensamblaje.
La nueva disposición detalla que estas excepciones tienen un plazo definido: si las piezas importadas desde México o Canadá representan el 15% del valor total del vehículo ensamblado en EE.UU., y dichas piezas están sujetas a un arancel del 25%, se aplicará un crédito fiscal del 3.75% del valor total del vehículo, siempre que el ensamblaje haya ocurrido entre el 3 de abril de 2025 y el 30 de abril de 2026. Para unidades producidas entre el 1 de mayo de 2026 y el 30 de abril de 2027, el crédito será menor, equivalente al 2.5%.
Esta política busca incentivar la relocalización de las cadenas de suministro hacia suelo estadounidense, ofreciendo un periodo de gracia de dos años para que las empresas del sector automotriz ajusten sus operaciones y reduzcan la proporción de insumos extranjeros utilizados en sus líneas de ensamblaje.
El trasfondo político y económico
Las declaraciones de Trump no solo deben leerse como un mensaje de política económica, sino también como parte de una estrategia de posicionamiento político. El expresidente ha hecho del discurso anti-globalización uno de los ejes de su narrativa, apelando a los trabajadores industriales de estados como Michigan, Pensilvania y Ohio, que históricamente han sido golpeados por la pérdida de empleos manufactureros debido a la relocalización de fábricas a países con menores costos laborales.
En este contexto, culpar a México y Canadá por la pérdida de empleos en el sector automotriz es una fórmula conocida para Trump. Ya durante su primera presidencia, el republicano acusó reiteradamente al TLCAN (antecesor del T-MEC) de ser un “desastre” para la industria estadounidense, y fue precisamente bajo su mandato que se renegoció dicho acuerdo comercial, imponiendo condiciones más estrictas sobre el contenido regional de los vehículos.
Sin embargo, especialistas advierten que el nuevo paquete de medidas podría tener efectos adversos no solo para los socios comerciales de EE.UU., sino también para la propia industria automotriz del país. Según analistas del sector, los costos de producción podrían aumentar y, en consecuencia, los precios finales para el consumidor también.
Además, existe el riesgo de que estas restricciones desincentiven la inversión extranjera en territorio estadounidense, si las empresas perciben que la estabilidad de las reglas comerciales está sujeta a decisiones políticas de corto plazo.
México y Canadá: entre la cooperación y la tensión
Tanto México como Canadá han evitado responder de forma frontal a las declaraciones de Trump, aunque fuentes diplomáticas han expresado preocupación por el tono hostil de sus mensajes recientes. En el caso de México, el sector automotriz representa una de las principales fuentes de exportaciones hacia Estados Unidos, con millones de vehículos y partes cruzando la frontera cada año.
De hecho, múltiples plantas automotrices instaladas en México funcionan como parte de cadenas de suministro integradas que cruzan varias veces la frontera antes de que un vehículo sea terminado. Esto significa que cualquier alteración en las reglas de origen o los aranceles puede generar una cascada de ajustes logísticos y financieros para las empresas involucradas.
Por su parte, Canadá también mantiene una importante industria automotriz vinculada al mercado estadounidense. Provincias como Ontario albergan centros de producción clave para marcas internacionales, y cualquier restricción adicional al comercio de autopartes podría repercutir negativamente en su economía.
A pesar de estas tensiones, ambos países han señalado que continuarán trabajando en el marco del T-MEC para mantener un comercio abierto y equitativo. También han recordado que el tratado incluye mecanismos de solución de controversias que permiten dirimir diferencias sin necesidad de recurrir a represalias comerciales unilaterales.
En este sentido, las declaraciones de Trump, aunque polémicas, no representan una cancelación automática de los compromisos asumidos en el marco del acuerdo trilateral. No obstante, sí generan un ambiente de incertidumbre que podría afectar las decisiones de inversión en la región.
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